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.Lue-go le dijo: ¡Y ahora, hija mía, calma tu espíritu y refresca tus ojos! ¡Y con toda confianza cuéntale a tu pa-dre detalladamente los incidentes que esta noche te han puesto en tal estado de emoción y terror! Y apo-yando la cabeza en el pecho de su padre, la princesa le contó, sin olvidar nada, todas las molestias que ha-bía sufrido las dos noches que acababa de pasar; y terminó su relato, añadiendo: ¡Mejor será ¡oh padre míobienamado! que interrogues también al hijo del visir, a fin de que te confirme mis palabras!Y el sultán, al oír el relato de aquella extraña aventura, llegó al límite de la perplejidad, y compartió lapena de su hija, y como la amaba tanto, sintió humedecerse de lágrimas sus ojos.Y le dijo él: La verdad,hija mía, es que yo solo soy el causante de todo eso tan terrible que te sucede, pues te casé con un pasmadoque no sabe defenderte y resguardarte de esas aventuras singulares.¡Por que lo cierto es que quise labrar tudicha con ese matrinionio, y no tu desdicha y tu muerte! ¡Por Alah, que en seguida voy a hacer que venganel visir y el cretino de su hijo, y les voy a pedir explicaciones de todo esto! ¡Pero, de todos modos; puedesestar tranquila en absoluto, hija mía, porque no se repetirán esos sucesos! ¡Te lo juro por vida de mi cabe-za! Luego se separó de ella, dejándola al cuidado de sus mujeres, y regresó a sus aposentos, hirviendo encólera.Y al punto hizo ir a su gran visir, y en cuanto se presentó entre sus manos, le gritó: ¿Dónde está el en-trometido de tu hijo? ¿Y qué te ha dicho de los sucesos ocurridos estas dos últimas noches? El gran visircontestó estupefacto:' No sé a qué te refieres, ¡oh rey del tiempo! ¡Nada me ha dicho mi hijo que puedaexplicarme la cólera de nuestro rey! ¡Pero, si me lo permites, ahora mismo iré a buscarle y a interrogarle!Y dijo el sultán. ¡Ve! ¡Y vuelve pronto a traerme la respuesta! Y el gran visir, con la nariz muy alargada,salió doblando la espalda, y fue en busca de su hijo, a quien encontró en el hamman dedicado a lavarse lasinmundicias que le cubrían.Y le gritó: ¡Oh hijo de perro! ¿por qué me has ocultado la verdad? ¡Si no mepones en seguida al corriente de los sucesos de estas dos últimas noches, será éste tu último día! Y el hijobajó la cabeza y contestó: ¡Ay! ¡oh padre mío! ¡sólo la vergüenza me impidió hasta el presente, revelartelas enfadosas aventuras de estas dos últimas noches y los incalificables tratos que sufrí, sin tener posibili-dad, de defenderme ni siquiera de saber cómo y en virtud de qué poderes enemigos nos ha sucedido todo,eso a ambos en nuestro lecho! Y contó a su padre la historia con todos sus detalles, sin olvidar nada.Perono hay utilidad en repetirla.Y añadió: ¡En cuanto a mí, ¡oh padre mío! prefiero la muerte a semejante vi-da! ¡Y hago ante ti el triple juramento del divorcio definitivo con la hija del sultán! ¡Te suplico, pues, quevayas en busca del sultán y le hagas admitir la declaración de nulidad de mi matrimonio con su hija Ba-drú'l-Budur! ¡Porque es el único medio de que cesen esos malos tratos y de tener tranquilidad! ¡Y entoncespodré dormir en mi lecho en lugar de pasarme las noches en los retretes!Al oír estas palabras de su hijo, el gran visir quedó muy apenado.Porque la aspiración de su vida habíasido ver casado a su hijo con la hija del sultán, y le costaba mucho trabajo renunciara tan gran honor.Así esque, aunque convencido de la necesidad del divorcio en tales circunstancias, dijo a su hijo: Claro ¡oh hijomío! que no es posible soportar por más tiempo semejantes tratos. ¡Pero, piensa en lo que pierdes con esedivorcio! ¿No será mejor tener paciencia todavía una noche, durante la cual vigilaremos todos junto a lacámara nupcial, con los eunucos armados de sables y de palos? ¿Qué te parece? El hijo contestó: Haz loque gustes, ¡oh gran visir, padre mío! ¡En cuanto a mí, estoy resuelto a no entrar ya en esa habitación debrea!Entonces el visir separóse de su hijo, y fue en busca del rey.Y se mantuvo de pie entre sus manos, ba-jando la cabeza.Y el rey le preguntó: ¿Qué tienes que decirme? El visir contestó: ¡Por vida de nuestroamo, que es muy cierto lo que ha contado la princesa Badrú'l-Budur! ¡Pero la culpa no la tiene mi hijo! DeEste documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.comtodos modos, no conviene que la princesa siga expuesta a nuevas molestias por causa de mi hijo.¡Y si lopermites, mejor será que ambos esposos vivan en adelante separados por el divorcio! Y dijo el rey: ' ¡PorAlah, que tienes razón! ¡Pero, a no ser hijo tuyo el esposo de mi hija, la hubiese dejado libre a ella con lamuerte de él! ¡Que se divorcien, pues! Y al pinto dio el sultán las órdenes oportunas para que cesaran losregocijos públicos, tanto en el palacio como en la ciudad y en todo él reino de la China, e hizo proclamar eldivorcio de su hija Badrú l-Budur con el hijo del gran visir, dando a entender que no se había consumadonada.En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la mañana, y calló discretamente.PERO GUANDO LLEGÓ LA 755 NOCHEElla dijo:.e hizo proclamar el divorcio de su hija Badrú l-Budur con el hijo del gran visir, dando a entender queno se había consumado nada.En cuanto al hijo del gran visir, el sultán, por consideración a su padre, lenombró gobernador de una provincia lejana de China, le dio orden de partir sin demora.Lo cual fue ejecu-tado.Cuando Aladino, al mismo tiempo que los habitantes de la ciudad, se enteró, por la proclama de los pre-goneros públicos, del divorcio de Badrú l-Budur sin haberse consumado el matrimonio y de la partida delburlado, se dilató hasta el límite de la dilatación, y se dijo: ¡Bendita sea esta lámpara maravillosa, causainicial de todas mis prosperidades! ¡Preferible es que haya tenido lugar el divorcio sin una intervención másdirecta del genni de la lámpara, el cual, sin duda, habría acabado cocí ese cretino! Y también se alegró deque hubiese tenido éxito su venganza sin que nadie, ni el rey, ni el gran visir, ni su misma madre sospecha-ra la parte que había tenido él en todo aquel asunto.Y sin preocuparse ya, como sino hubiese ocurrido nadaanómalo desde su petición de matrimonio, esperó con toda tranquilidad a que transcurriesen los tres mesesdel plazo exigido, enviando a palacio, en la mañana que siguió al último día del plazo consabido, a su ma-dre, vestida con sus trajes mejores, para que recordase al sultán su promesa.Y he aquí que, en cuanto entró en el diván la madre de Aladino, el sultán, que estaba dedicado a des-pachar los asuntos del reino, como de costumbre, dirigió la vista hacia ella y la reconoció en seguida.Y notuvo ella necesidad de hablar, por que el sultán recordó por sí mismo la promesa que le había dado y el pla-zo que había fijado
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