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.Aunque en cierto modo.—En cierto modo ¿qué? —Jace iba varias zancadas por delante.—Es más frío —contestó Luke.Jace no dijo nada.Habían llegado a la biblioteca.Iglesia se sentó como para indicar que no pensaba ir más allá.Unas voces eran vagamente audibles a través de la gruesa madera de la puerta, pero Jace la abrió de un empujón, sin llamar, y entró.Clary oyó que una voz lanzaba una exclamación de sorpresa, y se le contrajo el corazón al pensar en Hugo, que prácticamente había vivido en aquella habitación.Hodge, con su voz áspera, y Hugin, el cuervo que era casi si constante compañero.y qué, por orden de Hodge, había estado a punto de arrancarle los ojos.No era Hodge, desde luego.Tras el enorme escritorio, un gran tablero de caoba apoyado sobre las espaldas de dos ángeles de piedra arrodillados, estaba sentada una mujer de mediana edad con el cabello negro como la tinta de Isabelle y la constitución fina y enjuta de Alec.Llevaba un pulcro traje chaqueta negro, muy sencillo, que contrastaba con los múltiples anillos de colores resplandecientes que le brillaban en los dedos.Junto a ella estaba de pie otra persona: un esbelto adolescente de complexión menuda con ensortijados cabellos oscuros y piel color miel.Cuando volvió la cabeza para mirarlos, Clary no pudo contener una exclamación de sorpresa.—¿Raphael?Por un momento, el muchacho pareció desconcertado.Luego sonrió, mostrando unos dientes muy blancos y afilados, lo que no era de extrañar teniendo en cuenta que se trataba de un vampiro.—Dios —exclamó, dirigiéndose a Jace—.¿Qué te ha sucedido, hermano? Parece como si una manada de lobos hubiera intentado hacerte pedazos.—O tu suposición es increíblemente acertada —contestó Jace—, o has oído lo que ha pasado.La sonrisa de Raphael se convirtió en una mueca burlona.—Oigo cosas.Una mujer sentada tras el escritorio se puso en pie.—Jace —dijo, con la voz llena de ansiedad—, ¿Ha sucedido algo? ¿Por qué has regresado tan pronto? Pensé que ibas a quedarte con.—La mirada pasó de él a Luke y a Clary—.¿Y quién eres tú?—La hermana de Jace —respondió Clary.Los ojos de Maryse se detuvieron en ella.—Sí, ya lo veo.Te pareces a Valentine.—Volvió de nuevo la cabeza hacia Jace—.¿La has traído contigo? ¿Y a un mundano, también? Este lugar no es seguro para ninguno de vosotros ahora.Y en especial para un mundano.—Sin embargo yo no soy un mundano —dijo Luke, sonriendo levemente.La expresión de Maryse cambió lentamente de perplejidad a atónita sorpresa mientras miraba a Luke, lo miraba realmente, por primera vez.—¿Lucian?—Hola, Maryse —saludó él—.Ha pasado mucho tiempo.El rosto de Maryse se quedó inmóvil, y en aquel momento pareció mucho más vieja, más incluso que Luke.Se sentó con cuidado.—Lucian —repitió apoyando las palmas de las manos sobre el escritorio —.Lucian Graymark.Raphael que había estado observando lo que sucedía con la mirada curiosa de un ave, se volvió hacia Luke.—Tú mataste a Gabriel.«¿Quién era Gabriel?» Clary miró fijamente a Luke, perpleja.Éste se encogió levemente de hombros.—Lo hice, sí, igual que él mató al líder de la manada que había antes.Así es como funciona con los licántropos.Maryse alzó los ojos al oír aquello.—¿El líder de la manada?—Si tú lideras la manada, es hora de que conversemos —dijo Raphael, inclinando gentilmente la cabeza en dirección a Luke, con mirada cautelosa—.Aunque no en este momento, quizá.—Enviaré a alguien a verte para organizarlo —indicó Luke—.Ha habido mucho movimiento últimamente.Puede que no esté del todo al día respecto a los detalles.—Puede —fue todo lo que repuso el otro, y se volvió de nuevo hacia Maryse—.¿Ha concluido nuestro asunto?Maryse habló con un esfuerzo.—Si dices que los Hijos de la Noche no están involucrados en estos asesinatos, entonces aceptaré tu palabra.Estoy obligada a hacerlo, a menos que otras pruebas salgan a la luz.Raphael frunció el entrecejo.—¿A la luz? —dijo—.Ésa no es una frase que me guste.Se volvió, y Clary notó con un sobresalto que podía ver a través de sus bordes, como su fuese una fotografía borrosa en los márgenes.La mano izquierda era transparente, y a través de ella puso ver el enorme globo terráqueo de metal que Hodge siempre tenía sobre el escritorio.Se oyó emitir un ruidito sorprendido a medida que la transparencia se extendía por los brazos desde las manos, y descendía al pecho desde los hombros, y al cabo de un instante él había desaparecido, como una figura borrada de un esbozo.Maryse suspiró aliviada
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