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.»Bien le pareció el soneto a Camila, pero mejor a Anselmo, pues le alabó, y dijoque era demasiadamente cruel la dama que a tan claras verdades no correspondía.A lo que dijo Camila:»-Luego, ¿todo aquello que los poetas enamorados dicen es verdad?»-En cuanto poetas, no la dicen -respondió Lotario-; mas, en cuanto enamorados,siempre quedan tan cortos como verdaderos.»-No hay duda deso -replicó Anselmo, todo por apoyar y acreditar lospensamientos de Lotario con Camila, tan descuidada del artificio de Anselmo comoya enamorada de Lotario.»Y así, con el gusto que de sus cosas tenía, y más, teniendo por entendido quesus deseos y escritos a ella se encaminaban, y que ella era la verdadera Clori,le rogó que si otro soneto o otros versos sabía, los dijese:»-Sí sé -respondió Lotario-, pero no creo que es tan bueno como el primero, o,por mejor decir, menos malo.Y podréislo bien juzgar, pues es éste:SonetoYo sé que muero; y si no soy creído,es más cierto el morir, como es más ciertoverme a tus pies, ¡oh bella ingrata!, muerto,antes que de adorarte arrepentido.Podré yo verme en la región de olvido,de vida y gloria y de favor desierto,y allí verse podrá en mi pecho abiertocómo tu hermoso rostro está esculpido.174Que esta reliquia guardo para el durotrance que me amenaza mi porfía,que en tu mismo rigor se fortalece.¡Ay de aquel que navega, el cielo escuro,por mar no usado y peligrosa vía,adonde norte o puerto no se ofrece!»También alabó este segundo soneto Anselmo, como había hecho el primero, y destamanera iba añadiendo eslabón a eslabón a la cadena con que se enlazaba y trababasu deshonra, pues cuando más Lotario le deshonraba, entonces le decía que estabamás honrado; y, con esto, todos los escalones que Camila bajaba hacia el centrode su menosprecio, los subía, en la opinión de su marido, hacia la cumbre de lavirtud y de su buena fama.»Sucedió en esto que, hallándose una vez, entre otras, sola Camila con sudoncella, le dijo:»-Corrida estoy, amiga Leonela, de ver en cuán poco he sabido estimarme, puessiquiera no hice que con el tiempo comprara Lotario la entera posesión que le ditan presto de mi voluntad.Temo que ha de estimar mi presteza o ligereza, sinque eche de ver la fuerza que él me hizo para no poder resistirle.»-No te dé pena eso, señora mía -respondió Leonela-, que no está la monta, ni escausa para menguar la estimación, darse lo que se da presto, si, en efecto, loque se da es bueno, y ello por sí digno de estimarse.Y aun suele decirse que elque luego da, da dos veces.»-También se suele decir -dijo Camila- que lo que cuesta poco se estima enmenos.»-No corre por ti esa razón -respondió Leonela-, porque el amor, según he oídodecir, unas veces vuela y otras anda, con éste corre y con aquél va despacio, aunos entibia y a otros abrasa, a unos hiere y a otros mata, en un mesmo puntocomienza la carrera de sus deseos y en aquel mesmo punto la acaba y concluye,por la mañana suele poner el cerco a una fortaleza y a la noche la tienerendida, porque no hay fuerza que le resista.Y, siendo así, ¿de qué teespantas, o de qué temes, si lo mismo debe de haber acontecido a Lotario,habiendo tomado el amor por instrumento de rendirnos la ausencia de mi señor? Yera forzoso que en ella se concluyese lo que el amor tenía determinado, sin dartiempo al tiempo para que Anselmo le tuviese de volver, y con su presenciaquedase imperfecta la obra.Porque el amor no tiene otro mejor ministro paraejecutar lo que desea que es la ocasión: de la ocasión se sirve en todos sushechos, principalmente en los principios.Todo esto sé yo muy bien, más de experiencia que de oídas, y algún día te lodiré, señora, que yo también soy de carne y de sangre moza.Cuanto más, señoraCamila, que no te entregaste ni diste tan luego, que primero no hubieses vistoen los ojos, en los suspiros, en las razones y en las promesas y dádivas deLotario toda su alma, viendo en ella y en sus virtudes cuán digno era Lotario deser amado.Pues si esto es ansí, no te asalten la imaginación esos escrupulososy melindrosos pensamientos, sino asegúrate que Lotario te estima como tú leestimas a él, y vive con contento y satisfación de que, ya que caíste en el lazoamoroso, es el que te aprieta de valor y de estima.Y que no sólo tiene lascuatro eses que dicen que han de tener los buenos enamorados, sino todo un ABCentero: si no, escúchame y verás como te le digo de coro.Él es, según yo veo ya mí me parece, agradecido, bueno, caballero, dadivoso, enamorado, firme,gallardo, honrado, ilustre, leal, mozo, noble, onesto, principal, quantioso,rico, y las eses que dicen; y luego, tácito, verdadero.La X no le cuadra,porque es letra áspera; la Y ya está dicha; la Z, zelador de tu honra.»Rióse Camila del ABC de su doncella, y túvola por más plática en las cosas deamor que ella decía; y así lo confesó ella, descubriendo a Camila como tratabaamores con un mancebo bien nacido, de la mesma ciudad; de lo cual se turbóCamila, temiendo que era aquél camino por donde su honra podía correr riesgo.Apuróla si pasaban sus pláticas a más que serlo.Ella, con poca vergüenza y175mucha desenvoltura, le respondió que sí pasaban; porque es cosa ya cierta quelos descuidos de las señoras quitan la vergüenza a las criadas, las cuales,cuando ven a las amas echar traspiés, no se les da nada a ellas de cojear, ni deque lo sepan.»No pudo hacer otra cosa Camila sino rogar a Leonela no dijese nada de su hechoal que decía ser su amante, y que tratase sus cosas con secreto, porque noviniesen a noticia de Anselmo ni de Lotario.Leonela respondió que así lo haría,mas cumpliólo de manera que hizo cierto el temor de Camila de que por ella habíade perder su crédito.Porque la deshonesta y atrevida Leonela, después que vioque el proceder de su ama no era el que solía, atrevióse a entrar y poner dentrode casa a su amante, confiada que, aunque su señora le viese, no había de osardescubrille; que este daño acarrean, entre otros, los pecados de las señoras:que se hacen esclavas de sus mesmas criadas y se obligan a encubrirles susdeshonestidades y vilezas, como aconteció con Camila; que, aunque vio una ymuchas veces que su Leonela estaba con su galán en un aposento de su casa, nosólo no la osaba reñir, mas dábale lugar a que lo encerrase, y quitábale todoslos estorbos, para que no fuese visto de su marido.»Pero no los pudo quitar que Lotario no le viese una vez salir, al romper delalba; el cual, sin conocer quién era, pensó primero que debía de ser algunafantasma; mas, cuando le vio caminar, embozarse y encubrirse con cuidado yrecato, cayó de su simple pensamiento y dio en otro, que fuera la perdición detodos si Camila no lo remediara
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