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.Estando las dos desta manera, acertó a entrar el caballero maridode Estefan�a, que tra�a a Luisico de la mano; y, viendo el llanto deEstefan�a y el desmayo de Leocadia, preguntó a gran priesa ledijesen la causa de do proced�a.El ni�o abrazaba a su madre porsu prima y a su abue-la por su bienhechora, y asimismo preguntabapor qu� lloraban.-Grandes cosas, se�or, hay que deciros -respondió Estefan�a a sumarido-, cuyo remate se acabar� con deciros que hag�is cuentaque es-ta desmayada es hija vuestra y este ni�o vuestro nieto.Estaverdad que os digo me ha dicho esta ni�a, y la ha confirmado yconfirma el rostro deste ni�o, en el cual entrambos habemos visto elde nuestro hijo.-Si m�s no os declar�is, se�ora, yo no os entiendo -replicó elcaballero.En esto volvió en s� Leocadia, y, abrazada del crucifijo, parec�aestar convertida en un mar de llanto.Todo lo cual ten�a puesto engran confusión al caballero, de la cual salió cont�ndole su mujertodo aquello que Leocadia le hab�a contado; y �l lo creyó, por divinapermisión del cielo, como si con muchos y verdaderos testigos se lohubieran probado.Consoló y abrazó a Leocadia, besó a su nieto, yaquel mismo d�a despacharon un correo a N�poles, avisando a suhijo se viniese luego, porque le ten�an concertado casamiento conuna mujer hermosa sobremanera y tal cual para �l conven�a.Noconsintieron que Leocadia ni su hijo volviesen m�s a la casa de suspadres, los cuales, content�simos del buen suceso de su hija, dabansin cesar infinitas gracias a Dios por ello.Llegó el correo a N�poles, y Rodolfo, con la golosina de gozar tanhermosa mujer como su padre le significaba, de all� a dos d�as querecibió la carta, ofreci�ndosele ocasión de cuatro galeras queestaban a punto de venir a Espa�a, se embarcó en ellas con susdos camaradas, que a�n no le hab�an dejado, y con prósperosuceso en doce d�as llegó a Barcelona, y de all�, por la posta, enotros siete se puso en Toledo y entró en casa de su padre, tangal�n y tan bizarro, que los etremos de la gala y de la bizarr�aestaban en �l todos juntos. 13Alegr�ronse sus padres con la salud y bienvenida de su hijo.Suspendióse Leocadia, que de parte escondida le miraba, por nosalir de la traza y orden que do�a Estefan�a le hab�a dado.Lascamaradas de Rodolfo quisieran irse a sus casas luego, pero no loconsintió Estefan�a por haberlos menester para su designio.Estabacerca la noche cuando Rodolfo llegó, y, en tanto que se aderezabala cena, Estefan�a llamó aparte las camaradas de su hijo, creyendo,sin duda alguna, que ellos deb�an de ser los dos de los tres queLeocadia hab�a dicho que iban con Rodolfo la noche que la robaron,y con grandes ruegos les pidió le dijesen si se acordaban que suhijo hab�a robado a una mujer tal noche, tanto a�os hab�a; porque elsaber la verdad desto importaba la honra y el sosiego de todos susparientes.Y con tales y tantos encarecimientos se lo supo rogar, yde tal manera les asegurar que de descubrir este robo no les pod�asuceder da�o alguno, que ellos tuvieron por bien de confesar serverdad que una noche de verano, yendo ellos dos y otro amigo conRodolfo, robaron en la misma que ella se�alaba a una muchacha, yque Rodolfo se hab�a venido con ella, mientras ellos deten�an a lagente de su familia, que con voces la quer�an defender, y que otrod�a les hab�a dicho Rodolfo que la hab�a llevado a su casa; y sóloesto era lo que pod�an responder a lo que les preguntaban.La confesión destos dos fue echar la llave a todas las dudas que ental caso le pod�an ofrecer; y as�, determinó de llevar al cabo su buenpensamiento, que fue �ste: poco antes que se sentasen a cenar, seentró en un aposento a solas su madre con Rodolfo, y, poni�ndoleun retrato en las manos, le dijo:-Yo quiero, Rodolfo hijo, darte una gustosa cena con mostrarte a tuesposa: �ste es su verdadero retrato, pero qui�rote advertir que loque le falta de belleza le sobra de virtud; es noble y discreta ymedianamente rica, y, pues tu padre y yo te la hemos escogido,aseg�rate que es la que te conviene.Atentamente miró Rodolfo el retrato, y dijo:-Si los pintores, que ordinariamente suelen ser pródigos de lahermosura con los rostros que retratan, lo han sido tambi�n con�ste, sin duda creo que el original debe de ser la misma fealdad.Ala fe, se�ora y madre m�a, justo es y bueno que los hijos obedezcana sus padres en cuanto les mandaren; pero tambi�n esconveniente, y mejor, que los padres den a sus hijos el estado deque m�s gustaren.Y, pues el del matrimonio es nudo que no ledesata sino la muerte, bien ser� que sus lazos sean iguales y de 14unos mismos hilos fabricados.La virtud, la nobleza, la discreción ylos bienes de la fortuna bien pueden alegrar el entendimiento deaquel a quien le cupieron en suerte con su esposa; pero que lafealdad della alegre los ojos del esposo, par�ceme imposible.Mozosoy, pero bien se me entiende que se compadece con elsacramento del matrimonio el justo y debido deleite que los casadosgozan, y que si �l falta, cojea el matrimonio y desdice de susegunda intención [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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