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.“Puedes hacer lo que quieras, R.V.Quedarte o marcharte, llamar a la policía o mantener la boca cerrada.Es asunto tuyo.Sólo te diré una cosa: para mí y los de mi especie, tú no eres diferente de esta oveja.– La sacudí-.Nos daría lo mismo matarte a ti que a cualquier estúpido animal que ande por el campo.–¡Eres un monstruo! – chilló R.V.–Sí -admití-.Pero sólo soy un bebé monstruo.Deberías ver cómo son los otros.– Sonreí malignamente, detestándome a mí mismo por actuar de un modo tan vil, pero sabiendo que no había otro modo de hacerlo-.Hasta la vista, Reggie Verdureggie -me despedí con sarcasmo, y me alejé.No miré hacia atrás.No necesitaba hacerlo.Pude oír el aterrorizado castañeteo de sus dientes casi todo el camino de regreso al campamento.CAPÍTULO 27Esta vez fui directamente a ver a Mr.Tall para contarle lo de R.V.Me escuchó con atención, y finalmente dijo:–Supiste manejarle bien.–Hice lo que debía -respondí-, aunque no estoy orgulloso de ello.No me gusta amenazar ni asustar a la gente, pero no tenía otra opción.–En realidad, deberías haberle matado -dijo Mr.Tall-.Así no podría hacernos ningún daño.–No soy un asesino -le aclaré.–Lo sé -suspiró-.Ni yo tampoco.Es una pena que no hubiera contigo ninguna Personita.Le habría arrancado la cabeza sin dudar ni un segundo.–¿Qué cree que debemos hacer? – pregunté.–No creo que vaya a causarnos muchos problemas -dijo Mr.Tall- Probablemente estará demasiado asustado para ir a la policía.Y aunque lo hiciera, no tiene ninguna prueba contra ti.Sería una complicación indeseable, pero ya hemos hecho muchos tratos con representantes de la ley en el pasado.Nos las arreglaremos.“Me preocupan más los inspectores de sanidad.Podríamos marcharnos y evitar su visita, pero los del departamento de sanidad te siguen el rastro como sabuesos una vez que te han olfateado.“Nos iremos mañana -decidió-.Tenía prevista una función para esta noche, y detesto cancelar las cosas a última hora.Lo más temprano que podría presentarse aquí un inspector de sanidad es al amanecer, así que nos aseguraremos de marcharnos antes.–¿No está enfadado conmigo? – pregunté.–No -dijo-.No es la primera vez que tenemos problemas con el público.Tú no tienes la culpa.Ayudé a Mr.Tall a anunciar nuestra partida por todo el campamento.Todo el mundo se lo tomó con calma.La mayoría parecían contentos de que les avisaran con tanto tiempo; muchas veces se les avisaba sólo una o dos horas antes de partir.Para mí fue otro día ajetreado.Aparte de preparar la función, tuve que ayudar a los demás a recogerlo todo.Fui a ofrecerle mi ayuda a Truska para hacer su equipaje, pero cuando llegué, su tienda ya estaba vacía.Se limitó a hacerme un guiño cuando le pregunté cómo había recogido todo tan deprisa.Cuando Mr.Crepsley despertó, le conté que nos íbamos.No pareció sorprenderse.–Ya hemos estado demasiado tiempo en este lugar -dijo.Le pedí que me dejara fuera del número de aquella noche, porque no me sentía muy bien.–Me iré a la cama enseguida -dije-, y dormiré toda la noche.–Eso no te hará ningún bien -me advirtió Mr.Crepsley-.Sólo hay una cosa que haría que te sintieras mejor, y ya sabes cuál es.Cayó la noche y pronto llegó la hora del comienzo de la función.El público volvió a acudir en masa.Los coches bloqueaban la carretera en ambas direcciones.Todos en el Cirque estaban ocupados, ya fuera preparándose para salir a escena, acomodando a la gente o vendiendo cosas.Los únicos que parecían no tener nada que hacer éramos Evra y yo, pues él no actuaba al estar enferma su serpiente.La dejó durante unos minutos para presenciar el inicio de la función.Nos quedamos en un rincón del escenario mientras Mr.Tall presentaba al hombre-lobo.Allí estuvimos hasta el primer descanso, y entonces salimos fuera a contemplar las estrellas.–Echaré de menos este lugar cuando nos vayamos -dijo Evra-.Me gusta el campo.En la ciudad, las estrellas no pueden verse tan bien.–No sabía que te interesara la astronomía -dije.–Y no me interesa -respondió-.Pero me gusta mirar las estrellas.Al cabo de un rato me sentí mareado y tuve que sentarme.–No te encuentras muy bien, ¿verdad? – preguntó Evra.Sonreí débilmente.–He estado mejor.–¿Todavía no has bebido sangre humana? – Meneé la cabeza, y él se sentó junto a mí-.Nunca me has dicho exactamente por qué no quieres beberla -dijo-.No puede ser tan diferente de la sangre de los animales, ¿verdad?–No lo sé -dije-.Y no quiero saberlo.– Hice una pausa-.Temo que si bebo sangre humana pueda volverme malvado.Mr.Crepsley dice que los vampiros no son malvados, pero yo creo que sí.Creo que cualquiera que considere a los seres humanos como animales tiene que ser malvado.–Pero si eso te mantiene vivo… -dijo Evra.–Así empezaría -repuse-.Me diría a mí mismo que lo haría para sobrevivir.Juraría que no bebería más que lo necesario.Pero, ¿y si no pudiera detenerme? Necesitaría cada vez más mientras voy creciendo.¿Y si no pudiera controlar mi sed? ¿Y si matara a alguien?–No creo que pudieras -dijo Evra-.Tú no eres malvado, Darren.No creo que una buena persona haga cosas malas.Si piensas que la sangre humana es algo así como una medicina, todo irá bien.–Tal vez -convine, aunque no lo creía-.De cualquier modo, por ahora estoy bien.No tengo que tomar una decisión definitiva hasta dentro de un par de días más.–¿De verdad preferirías morir antes que beber? – inquirió Evra.–No lo sé -respondí sinceramente.–Si te mueres, te echaría de menos -dijo Evra con tristeza.–Bueno -repuse, incómodo-, tal vez no ocurra eso.Puede que haya alguna otra forma de sobrevivir, una que Mr.Crepsley no quiere decirme a menos que no tenga más remedio.Evra lanzó un gruñido.Sabía tan bien como yo que no había ninguna otra forma.–Voy a ver cómo sigue mi serpiente -dijo-.¿Me acompañas y te sientas con nosotros un rato?–No -dije-.Mejor será que me vaya a dormir.Tendremos que madrugar y estoy muy cansado.Nos dimos la buenas noches.No fui directamente a la caravana de Mr.Crepsley, sino que vagué por el campamento, pensando en mi conversación con Evra, preguntándome qué se sentiría al morir.Ya había “muerto” una vez, y hasta me habían enterrado, pero no era lo mismo.Si moría de verdad, sería para siempre.Mi vida habría acabado, mi cuerpo se corrompería, y entonces…Miré hacia las estrellas.¿Sería allí a donde iría? ¿Al otro lado del universo? ¿Al Paraíso de los vampiros?Fue un extraño momento.Cuando vivía en mi casa casi nunca pensaba en la muerte; era algo que sólo le ocurría a los viejos.Y ahora, aquí estaba yo, casi cara a cara con ella [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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